Por el Niño de la Cotorra.
De todos es sabido que en Marbella tradicionalmente hemos tenido una clase política que no nos merecemos. Digo tradicionalmente porque esto no se cumple en el caso de Gil, al que el voto masivo convirtió en nuestro merecidísimo alcalde gracias a la estupidez, las ansias de medrar o las pocas ganas de trabajar de gran parte de nuestra población. Exceptuando este caso, nuestros políticos, antes y ahora, se han caracterizado por su apatía, su desinterés y el afán de gobernar, principalmente, para los de fuera y para la tercera edad, que, a diferencia de los jóvenes, devuelve las múltiples atenciones recibidas en forma de votos. Sin embargo, pocos se plantean, al menos públicamente, si hemos hecho algo para merecer los medios de comunicación que hay en la ciudad, refiriéndome con esto principalmente a los escritos, en los que cabría esperar algo más de reflexión o de ideas. Empezando por el Sur, considerado más serio y de más enjundia, como es natural, que un diario local de treinta o cuarenta páginas. Pero la seriedad, en este caso, parece haber quedado para los obituarios o para la sección de Deportes que, como todos sabemos, es la que verdaderamente importa.
Y es que, sin buscar ecuanimidad, que probablemente desapareció en el momento en que la prensa pasó a adquirir una dimensión empresarial sin la que no habría subsistido, sí cabría esperar algo más que loas y palmas continuas a la gestión del PP al frente del Ayuntamiento, así como ataques a la parte contraria, probablemente merecidos por su demostrada ineptitud en la mayoría de los casos. Esto, en ocasiones, da lugar a informaciones que suponen ni más ni menos que un insulto a nuestra ya maltratada inteligencia. Como muestra destacada, podríamos citar aquel día, no muy lejano, en que el periódico llevaba como tema del día una noticia firmada por el delegado de Sur en Marbella, Héctor Barbotta, en la que se afirmaba que la mayor parte de la población de la ciudad consideraba que la crisis no había afectado tanto a la ciudad como al resto del país, por lo que la situación era –debemos deducir que sigue siéndolo– cuanto menos buena. No sabemos si, en el momento de elaborar esta información, Barbotta, que desde hace unos años nos deja sus impresiones en ese ejercicio de surrealismo llamado Blog Malayo (un título que debería molestar a los que siempre velan por el buen nombre de Marbella), se olvidó de la Cafetería Marbella, de Los Monteros, del Don Miguel o del estado del Casco Antiguo, o es que simplemente piensa que, visto lo visto en la ciudad, nos tragamos cualquier cosa por falsa que sea. En cualquier caso, supongo que, como mínimo, situaciones como esta exigen una profunda reflexión.
Y así llegamos al Marbella Express, el medio escrito que sin duda ha calado más hondo en nuestra sociedad aunque muchos sigan denominándolo La Tribuna por la adopción de su diseño o porque al frente de él siguen los mismos siniestros personajes que se encargaron de amplificar todas las mentiras, excesos verbales y tropelías de nuestro en teoría difunto ex alcalde. Hablamos de Martín Hidalgo y Fernando Gutiérrez de Madariaga, director y subdirector respectivamente. Del primero poco se puede decir que no se sepa ya, empezando por los dos despidos millonarios de que fue objeto y que pagamos entre todos y continuando con las descalificaciones y calumnias que le han hecho contar con innumerables denuncias de todo tipo (algo de lo que habitualmente se jacta). El segundo, aunque no tan conocido como el anterior, no es por ello menos odiado gracias a la sección Milton, esa que él mismo describe como “espacio de humor inteligente” y desde la que lleva años riéndose de las desgracias de este pueblo mientras cobra un sueldo al que muchos no llegaremos en nuestra vida. Aunque se atribuye erróneamente al primero, él fue el responsable de la rememorada frase de que en Marbella no se había visto un jamón hasta que vino Gil a salvarnos. Ambos controlan el día a día del periódico, cuya correspondencia con la realidad o con el periodismo es prácticamente inexistente y en el que, por el trato despótico que suelen recibir, pocas personas duran en sus puestos. Para comprobarlo, basta con echar un vistazo a la evolución de la mancheta en su corta trayectoria.
Pero lo realmente triste de todo esto es que estos dos sujetos, después de dejarse la piel (generalmente ajena) en la tarea de preservar la esencia del gilismo, hayan trabajado para PSOE y PP sin ningún rubor por parte de las dos formaciones, ya que no cabe esperar vergüenza en estos sujetos. Así, una vez constituido con la ayuda de personajes tan nefastos para Marbella como Tomás Olivo, que sigue presente directa o indirectamente en su accionariado, el Marbella Express se puso al servicio del PSOE y comenzó a impulsar la carrera política de Pepe Bernal y su banda. Tras algún tiempo socavando la labor del PP al frente del Consistorio, parece que finalmente los populares han conseguido hacerse con el periódico, y en la actualidad es Antonio Caracuel, hermano de nuestra ambiciosa Teniente de Alcalde, quien hace y deshace a su antojo en él, lo que supone, a modo de demostración visual, que Kika Caracuel haya pasado de no aparecer jamás a ocupar buena parte de sus portadas. Esto, naturalmente, cuando no se dedican a los aspectos más escabrosos de los conflictos bélicos que hay en el mundo, respondiendo al gusto del subdirector, que compensa su ausencia de conocimientos sobre periodismo o expresión escrita con un desmedido afán por la sangre y la violencia heredado, según parece, de sus tiempos en el ejército y de las cerca de trece guerras que, muchas veces simultáneas en el tiempo, aseguraba haber cubierto en un artículo.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, lo triste de todo esto es que las ansias de superar el gilismo y su herencia proclamadas a los cuatro vientos por PP y PSOE queden en meras palabras mientras se sigue manteniendo en sus puestos a algunas de las personas que más daño nos han hecho, haciendo bueno lo de “si no puedes con el enemigo, únete a él” y dejando claro que en política vale todo con tal de conservar el asiento y los privilegios. Así, estaría bien que, en lugar de tanta foto y tantos actos destinados a los que nos visitan, la clase política local, y especialmente el equipo de gobierno, emprendiera una regeneración para dejar atrás de una vez esa etapa, pero con ejemplos como éste o con el de la Policía Local, en la que Rafa Mora sigue imponiendo su ley, parece que estamos condenados a seguir desayunándonos la herencia que nos impusieron.